En esta noche de insomnio he
decidido bajarme, y no al moro precisamente. Desde que era niño, una frase del
gran Groucho me ha rondado siempre la cabeza, “paren el mundo que me bajo”.
Un niño que nunca entendió lo que
pasaba, un adolescente que al ritmo de los demás, seguía sin entender, pero el
joven llevado por la inercia, se subió
al carro de la llamada cordura cuando le parecía una locura.
Un hombre que se despierta en
mitad de la noche, y decide bajarse. Por fin se ha dado cuenta que no necesita
que le paren el mundo, solo hay que apearse de la cordura y dejarse llevar por
el viento.
Competir, ganar, tener, poseer,
ser más… ¿La llave de la felicidad?. No, nos engañaron desde que éramos niños,
no se puede ser feliz compitiendo, ganando, comprando, acumulando, poseyendo…
Con esa formula siempre se quiere más y más, la felicidad nunca llega así, solo
llega cuando nos damos cuenta que no necesitamos nada, que todo esta bien
siempre, aunque nos hagan creer que esta mal.
Nos enseñaron a sacar notas en
los estudios, tremenda locura la de aprender memorizando cosas por un numero,
con todas las cosas que existen por aprender y que no deberían estar
supeditadas a un 1, un 4, un 7 o un 10.
Incluso el deporte desde niños, en vez de ser una actividad para el disfrute del cuerpo físico, se convierte en una competición absurda que nos lleva al enfrentamiento, con la única obsesión de ser mejores que los demás, cuando debería servir para ser mejor uno mismo.
Con tantos años de niñez y
juventud regidos por estos absurdos valores llegamos a nuestros primeros
trabajos, ya estamos en la rueda para la cual nos habían preparado con tanto
esmero. Entonces la frase de Groucho toma más fuerza, el mundo se acelera a
cada timbre de despertador, a cada orden estupida de un jefe que tenia la
capacidad de memorizar datos mayor que la tuya, o que simplemente estaba mejor
colocado en esta carrera de la sin razón. Las maniobras de tus “compañeros”
para caerle mejor al jefe, los gritos del que esta por encima de ti... Absorbido
por la vorágine terminas apuñalando a tus compañeros, gritando... sumergido en un
mundo de competitividad que no va contigo ni con nadie.
De la competitividad pasamos a la
productividad, ya estamos sumergidos en la esfera competitiva, ahora debemos
ser productivos, debemos hacer piña, nos apuñalaremos por la espalda entre
nuestro grupo para ascender, pero de manera que seamos más productivos que los
demás.
Miramos a los demás como competencia, nos fijamos en los demás, en vez de fijarnos en nosotros mismos.
Ya no necesito la batuta del que
se dice director de una orquesta desafinada, ahora el compás lo marca mi
corazón.
Quizás este a la deriva del barco
de la cordura marcada, pero empiezo a estar a gusto de verdad, siento como me
estoy bajando del mundo, al cual nunca quise subir, cada día me siento un
poco más libre, no puedo saber donde me llevara esa deriva, pero sonrío y me dejo llevar por las olas, la marea e incluso la resaca.
Vivimos tiempos de incertidumbre,
pero se han abierto huecos, huecos donde apearnos de este mundo hostil, huecos
donde nos encontraremos los locos, huecos para ayudarnos, huecos sin
competencia, huecos donde la productividad no importa, huecos donde los
horarios no existen, huecos de trabajo honesto, huecos de vida.
En esta noche de insomnio después
de pensar en mi finca imaginaria, de dar existencia a lo que no existe. He
decidido bajarme del mundo con lo puesto, no necesito nada más.
Adiós mundo.
1 comentario:
amen
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