La mujer que le siembra en la tierra, le hizo escuchar el
olfato, cuanto tiempo sin oler, apenas la rozo, un efímero abrazo y las
glándulas olfativas se dieron la vuelta.
Se había llegado a preguntar por que dejaron de olerle las
mujeres, sí disfrutaba de sus perfumes, sí disfrutaba de sus efluvios más
prohibidos, pero dejó de olerlas, a veces cuando se abrochaba sus vaqueros
pensaba que no había frotado suficiente su nariz contra la piel, pero amanecía
y tampoco olía, atardecía y tampoco olía, anochecía y tampoco olía.
Hay personas que se hablan, hay
personas que se tocan, hay personas que se miran, hay personas que se follan,
hay personas que se huelen, hay personas que se comen... diferentes formas de comunicarnos.
Con ella, a parte de los dos
besos de rigor, o incluso del abrazo más o menos forzado o apetecido, se
saludaban con la nariz, “buenos días”, “buenas noches”, “me pones caliente”,
“cuanto tiempo”, “me alegro que te vaya bien”… no hace falta nada más que acercar
la nariz para escucharse.
A ella también la había dejado de oler,
pero después del efímero abrazo de despedida, a parte del regusto de sus
entrepiernas, de saberse siempre querido… Volvió a OLER
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