martes, 22 de mayo de 2012

Huecos


En esta noche de insomnio he decidido bajarme, y no al moro precisamente. Desde que era niño, una frase del gran Groucho me ha rondado siempre la cabeza, “paren el mundo que me bajo”.

Un niño que nunca entendió lo que pasaba, un adolescente que al ritmo de los demás, seguía sin entender, pero el joven llevado por la inercia, se subió  al carro de la llamada cordura cuando le parecía una locura.

Un hombre que se despierta en mitad de la noche, y decide bajarse. Por fin se ha dado cuenta que no necesita que le paren el mundo, solo hay que apearse de la cordura y dejarse llevar por el viento.

Competir, ganar, tener, poseer, ser más… ¿La llave de la felicidad?. No, nos engañaron desde que éramos niños, no se puede ser feliz compitiendo, ganando, comprando, acumulando, poseyendo… Con esa formula siempre se quiere más y más, la felicidad nunca llega así, solo llega cuando nos damos cuenta que no necesitamos nada, que todo esta bien siempre, aunque nos hagan creer que esta mal.

Nos enseñaron a sacar notas en los estudios, tremenda locura la de aprender memorizando cosas por un numero, con todas las cosas que existen por aprender y que no deberían estar supeditadas a un 1, un 4, un 7 o un 10.

Incluso el deporte desde niños, en vez de ser una actividad para el disfrute del cuerpo físico, se convierte en una competición absurda que nos lleva al enfrentamiento, con la única obsesión de ser mejores que los demás, cuando debería servir para ser mejor uno mismo.

Con tantos años de niñez y juventud regidos por estos absurdos valores llegamos a nuestros primeros trabajos, ya estamos en la rueda para la cual nos habían preparado con tanto esmero. Entonces la frase de Groucho toma más fuerza, el mundo se acelera a cada timbre de despertador, a cada orden estupida de un jefe que tenia la capacidad de memorizar datos mayor que la tuya, o que simplemente estaba mejor colocado en esta carrera de la sin razón. Las maniobras de tus “compañeros” para caerle mejor al jefe, los gritos del que esta por encima de ti... Absorbido por la vorágine terminas apuñalando a tus compañeros, gritando... sumergido en un mundo de competitividad que no va contigo ni con nadie.

De la competitividad pasamos a la productividad, ya estamos sumergidos en la esfera competitiva, ahora debemos ser productivos, debemos hacer piña, nos apuñalaremos por la espalda entre nuestro grupo para ascender, pero de manera que seamos más productivos que los demás.

Miramos a los demás como competencia, nos fijamos en los demás, en vez de fijarnos en nosotros mismos.

Ya no necesito la batuta del que se dice director de una orquesta desafinada, ahora el compás lo marca mi corazón.

Quizás este a la deriva del barco de la cordura marcada, pero empiezo a estar a gusto de verdad, siento como me estoy bajando del mundo, al cual nunca quise subir, cada día me siento un poco más libre, no puedo saber donde me llevara esa deriva, pero sonrío y me dejo llevar por las olas, la marea e incluso la resaca. 

Vivimos tiempos de incertidumbre, pero se han abierto huecos, huecos donde apearnos de este mundo hostil, huecos donde nos encontraremos los locos, huecos para ayudarnos, huecos sin competencia, huecos donde la productividad no importa, huecos donde los horarios no existen, huecos de trabajo honesto, huecos de vida.

En esta noche de insomnio después de pensar en mi finca imaginaria, de dar existencia a lo que no existe. He decidido bajarme del mundo con lo puesto, no necesito nada más.

Adiós mundo.