miércoles, 28 de diciembre de 2011

Esperanza

Despertó.

El aire denso a duras penas entraba por su nariz, su cabeza yacía en un muslo prieto, abrió los ojos y contemplo su sexo rasurado, no era un hombre acostumbrado a no ver pelo ninguno, se le hacia extraño.

De él brotaba su semilla liquida, le nubló la vista, hacia mucho tiempo que no se corría dentro de nadie, aturdido por la vista, por el olfato, estiró sus músculos en las sabanas acartonadas.

No sabia que hora era, ni siquiera si fuera brillaba el sol o la luna, lo que si brillaba era su caldito sobre una piel muy morena, inclino su cabeza con la fallida intención de respirar aire puro, toda la habitación era un bloque de sexo,  observó la enorme cicatriz que unía su sexo con sus turgentes pechos, nunca antes tanto dolor se había convertido en tanta belleza, una belleza salvaje, una belleza primitiva.

Durmió.

En sueños la vio desnuda, sentada a lo místico,  rodeando con su piernas y sus pechos una enorme barriga que parecia reventar la cicatriz.

No la volvió a ver nunca, pero no olvidara esa cicatriz que le guiaba de sus pechos a su sexo, de su sexo a sus pechos...

Sembró su semilla con esperanza y no la perdió jamas.

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