viernes, 2 de septiembre de 2011

El silencio de los grillos


Estoy cogiendo el vicio de salir de madrugada a dar el ultimo breve paseo a Jane, la quietud del pueblo por la noche me tiene embaucado.

Fue ayer cuando el olor de después de la lluvia traspasaba mi ventana. Decidí salir con Jane pasada la una de la madrugada, Olor a tierra mojada, olor a vida, la jara volvía a hacer acto de presencia en las papilas olfativas, la humedad refrescaba mi cara, los pulmones se inundaban de alegría…

Hoy he vuelto a salir, la quietud espesaba la noche, paraba el reloj, el compás de mis piernas en andante moderato atravesaba la barrera del silencio, rota por los grillos.

La noche caía sobre mi espalda, tensando cada músculo, moviendo cada articulación, la respiración se hacia evidente, todo se podía palpar y sentir al doscientos por cien.

El cielo nublado solo dejaba ver una estrella, o quizás dos, da lo mismo, lo importante era mirarla o mirarlas, sentirla o sentirlas, y seguir camino con la cabeza bien alta, para encontrar claros cuando se presenten y nunca dejar de abrazarlos.

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